Boletin n. 10

24/03/2023

Sumario

Testimonio

El Señor no me abandona, nunca he tenido miedo

Inma Cobos, una vida de lucha contra las enfermedades... pero plena y feliz con Dios

Inmaculada Cobos nació en Huelva en 1973. Es la mayor de 9 hermanos, nacidos en una familia cristiana en la que sus padres les quisieron transmitir la fe a través de su ejemplo y de enseñarles a rezar, así como de inculcarles su pertenencia a Dios.

Todo comenzó con menos de 2 años de edad: “me quejaba de dolor de piernas, y me sentaba en cuanto podía, porque me cansaba de forma constante. “A veces mi abuelo me llevaba a dar paseos y al llegar siempre le decía a mi madre que me dolían las piernas y que me paraba mucho, así que me llevaron al médico”. Sería entonces cuando, después de realizarle varias pruebas, le diagnosticaron reúma… ¡con tan sólo 2 años!

Los dolores eran fuertes y le imposibilitaron hacer la vida normal de cualquier niña de su edad: no pudo hacer ejercicio físico o participar con sus amigos en algunos juegos, no obstante “siempre fui una niña muy alegre”, apunta. Inmaculada continuaba inmersa en su vida cristiana, asistiendo a los sacramentos, a catecismo, rezando cada día y sobre todo viviendo con alegría sus enfermedades. “Recibí la Confirmación también muy pronto, a los 11 años y a los 13 hice otras catequesis y entré en el Camino Neocatecumenal”.

De nuevo, a los 17 años llegaron más problemas: le diagnosticaron fibromialgia y se vio en la necesidad de hacer ejercicio por indicación del doctor consiguiendo durante este tiempo los títulos de Monitora y Técnico en Aeróbic y Fitness e incluso el de Monitora de Bailes de Salón con el que comenzó a dar clases “porque así podía ayudar a más gente”, dice esta onubense. Fue maestra de baile hasta los 25 años y al mismo tiempo estudiaba inglés.

“Me ingresaron con una tetraparesia (problemas de movilidad en las cuatro extremidades) por lo que los planes de tener mi propia casa se terminaban y los planes de boda se esfumaban, sin embargo, en todo momento me sentía tan amada por Cristo….es algo inexplicable…

Diez años después, el que fuera su novio con 16 años y cuya relación tuvieron que dejar porque él llevaba una vida desordenada, le pidió ayuda para salir de la droga y del alcoholismo. Acudieron a Proyecto Hombre y durante el tratamiento “surgió de nuevo el amor”, destaca. “Al final se curó, entró en la Iglesia y en 2001 nos casamos”.

Inmaculada y su esposo han tenido cinco hijos de los que dice que son “cinco dones de Dios” y dos ángeles “que perdí en el cuarto y sexto embarazo”.

Todos fueron difíciles, también los partos, pero asegura que “nunca tuve miedo porque tenía la certeza de que Dios no me abandonaba; es mi Padre y me ha cuidado siempre, y si tenía que llevarme, sería de la forma y el momento que Él tenía preparado para mí. Sin embargo, de todos salí bien, y el último —que era de riesgo muy elevado— fue el mejor de todos. Me encomendaba siempre a la Virgen, ella es Madre, mi Madre que cuidaba y sostenía en esos momentos”.

En el 2013 Inmaculada volvió al médico y le diagnosticaron artrosis nodular degenerativa en las manos y artrosis en las rodillas y los pies, además de osteoporosis. “Dios sigue dándome posibilidades de ofrecer todos los sufrimientos; con Cristo puedo decir que soy feliz en la cruz. La fuerza y la alegría que tengo las recibo de Él, en la oración constante, en pasar de rodillas todos los días un rato rezando ante el crucifijo, sintiéndome amada por Él. Acudo a la eucaristía diaria siempre que puedo, sedienta siempre del Amor de Cristo. De esta forma puedo vivir para Él, dándome en mi familia, en mi comunidad, en mi parroquia y a quien sea. Se puede ser feliz, vivir llena de alegría en medio de los sufrimientos con Jesucristo”, subraya llena de entusiasmo.

religionenlibertad.com - 21.XI.2013

Cuestiones de fe

Existencia de Dios (10)

Dios es proyección nuestra

Este argumento psicológico contra la existencia de Dios fue empleado entre otros por Freud. Se apoya en la noción de que todas las ideas religiosas están enraizadas en deseos muy asentados y son por tanto ilusiones: falsas creencias. Freud concluye que creer en Dios es meramente una proyección de deseos poderosos y necesidades internas. Escribe: «...las ideas religiosas, que nos son presentadas como dogmas... son ilusiones, realizaciones de los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de la Humanidad. El secreto de su fuerza está en la fuerza de estos deseos»".

C.S. Lewis contesta a Freud diciendo que no sólo el deseo de algo no descarta la existencia del objeto deseado, sino que puede ser en sí mismo la prueba a favor de su existencia. En su propia vida, experimentó periódicamente un deseo profundo que llamaba «alegría» y que terminó por concluir que se trataba de un deseo de relacionarse con el Creador. Lewis apunta que habitualmente tenemos deseos de cosas que existen. Afirma que «las criaturas no nacen con deseos a menos que exista la satisfacción de esos deseos. Un niño recién nacido siente hambre: bien, existe algo llamado comida. Un patito quiere nadar: bien, existe algo llamado agua. Los hombres sienten deseo sexual: bien, existe algo llamado sexo». Entonces deduce que todos tenemos un deseo muy profundamente arraigado, una tendencia, orientada hacia una relación con el Creador y hacia una existencia más allá de esta vida, aunque a menudo la confundamos con otra cosa.

Escribe Lewis: «si encuentro en mí mismo un deseo que nada en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo». Continúa: «si ninguno de mis placeres terrenales lo satisface, eso no demuestra que el universo es un fraude. Probablemente los placeres terrenos nunca estuvieron destinados a satisfacerlos, sino sólo a excitarlos, a sugerir lo auténtico. Si eso es así, debo cuidarme, por un lado, de no despreciar nunca, o desagradecer, estas bendiciones terrenales, y por otro, no confundirlos con aquello otro de lo cual estos son una especie de copia, o eco, o espejismo». (Tomado de Armand M. Nicholi, La cuestión de Dios. C.S. Lewis vs S. Freud, Rialp. Madrid 2004).

Creer para vivir

La fragmentación del obrar humano

Entendernos como un todo

Para entender bien las virtudes hay un requisito ineludible: comprender las consecuencias de las acciones en la propia vida, entendida como un todo.

Es esencial trascender la visión del obrar humano que domina en la actualidad y que cabría calificar con un solo término: fragmentación. La cultura contemporánea valora las acciones sólo o principalmente por la repercusión que tienen en el momento inmediato: por sus consecuencias directas y por cómo se “siente” quien las lleva a cabo.

Esto hace que las acciones se perciban de modo aislado. Restamos relevancia a la cadena de acciones que componen nuestra jornada: trabajo, tareas domésticas, trato con la familia y los amigos.

La sensación final es la de una montaña rusa: a veces nos “sentimos” ascendiendo penosamente a la cumbre; otras, descendiendo vertiginosamente en un estallido de efímera felicidad.

Contemplar las acciones de forma aislada no las avalora. Al contrario, más bien las desprovee de significado.

Podemos decir que todas las virtudes son interesantes en todos los momentos porque enriquecen a cada uno. No basta con ser justo en algunos momentos importantes de la vida. Hay que ser justo también en los momentos menos importantes.

Avisos

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