Boletín n. 12

11/05/2023

Sumario

Testimonio

Demasiadas «coincidencias fortuitas»

El escepticismo de un biólogo ante la «casualidad» del origen de la vida y de la división celular

Umberto Fasol (n. 1959), biólogo y profesor de Ciencias Naturales en un instituto de Verona, ha escrito varios libros y artículos sobre las dificultades de la hipótesis evolucionista. El último, en el número 227 (abril de 2023) del mensual italiano de apologética Il Timone. La vida en la Tierra es un milagro biológico que damos por  hecho sin reparar en su enorme improbabilidad.

La vida es una maravilla. La damos por descontada, o creemos que es algo "fácil" en el mundo y en el universo. En realidad, basta con salir de la capa de gas atmosférico que envuelve nuestro planeta para registrar una temperatura sumamente baja e inimaginable: -270º C, una temperatura próxima a lo que los físicos llaman "el cero absoluto" (-273º C). En el cero absoluto la materia se aniquila. El universo es un congelador enorme, hostil a cualquier estremecimiento de vida, por mínimo que sea, y con el contrapunto aquí y allá de miles de millones de hornos incandescentes, como son las estrellas. Alrededor de las estrellas hay fragmentos de polvo orbitando, los planetas, en los que debería depositarse algo de moho o alguna bacteria con la esperanza de recibir el calor de alguna estrella que no esté ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Este es el escenario.

Los evolucionistas afirman que la vida apareció en este pequeño punto caliente del universo por coincidencias fortuitas que se verificaron en el llamado "caldo primordial": según ellos, las descargas eléctricas atmosféricas habrían obligado, tras innumerables intentos, a unos pocos átomos de carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno a mezclarse entre sí de manera inédita, dando origen a Luca. Este nombre es el acrónimo de Last Universal Common Ancestor (el último antepasado común universal), es decir, la primera célula.

Sin embargo, la célula es un microcosmos en el que se concentran las nanotecnologías naturales más osadas jamás descritas en todo el universo: pensemos en nuestros dos metros de doble hélice de ADN con 3.200 millones de letras que transmiten los mensajes necesarios para construir el cuerpo humano (¡!), una información que es mucho más sofisticada que la de la Divina Comedia. Admitiendo -sin conceder- que la vida empezó por casualidad, como relatan los libros de texto de nuestros estudiantes, sigue sin respuesta una cuestión fundamental en la historia de la vida sobre la Tierra: la reproducción de Luca.

Si la primera célula no hubiera inventado (sic!) la posibilidad de replicarse, en pocas horas habría vuelto a la nada de la que surgió, deshidratada por el calor y el aire, o destruida por las mismas radiaciones que la crearon. La reproducción celular, llamada "mitosis", es un proceso de una complejidad inaudita que distribuye en dos mitades simétricas tanto el bagaje cromosómico como el contenido del citoplasma. Sin la división celular todo se detiene. Nuestro desarrollo embrionario y fetal es posible gracias al ritmo frenético y armónico de mitosis sucesivas. Cómo -y sobre todo por qué- nació la división celular es un enigma posiblemente aún más grande que el origen de la primera forma de vida. Sobre esto, los evolucionistas callan. 

Pero esto no es todo. La Tierra es verdaderamente una cuna térmica suspendida en un océano infinito de hielo perenne: un milagro. Su condición es realmente rara, tal vez única: se encuentra a una distancia idónea de una estrella de tamaño medio como el sol -estable, que arde desde al menos cinco mil millones de años, con un régimen de combustión fijo en un determinado valor (1,3 kw/m² es la constante solar)- y la Tierra es un planeta de tipo rocoso, ni demasiado pequeño ni demasiado grande, dotado de fuerza de gravedad para sujetar a los seres vivos, con una atmósfera que les permite respirar, calentarse y protegerse, con abundante agua en estado líquido, necesaria para las reacciones metabólicas.

Hay un dato, entre todos, que realmente es impresionante: se trata de la excepcional correspondencia entre la molécula de la clorofila, difundida por doquier en la superficie terrestre, y la radiación electromagnética procedente del sol. Sin la clorofila la radiación solar no tendría ningún efecto sobre la producción del primer e indispensable alimento de la cadena alimentaria, el azúcar. Esta molécula especial, que le da el color "verde" a las hojas, la hierba y los organismos planctónicos que viven en la superficie de los océanos, está hecha de modo tal que puede "captar" un segmento particular de la luz solar que viaja en el espacio. Fue diseñada para este fin. Tras haber capturado un paquete de energía, la clorofila es capaz de excitar dos moléculas inertes presentes en el aire como el anhídrido carbónico y el vapor de agua para transformarlas tanto en azúcar, que permanece en la célula vegetal, como en oxígeno, que es liberado por la respiración de todos los seres vivos.

En la infinidad del universo, en este puntito caliente, pero no demasiado, que es la Tierra, acontece en el silencio el milagro improbable de la transformación de la energía solar en el alimento base que sostiene la vida, primero de los animales herbívoros y, después, de sus depredadores, hombre incluido. Y todo esto sucede, no una vez, no un día, no un año, sino durante ¡miles de millones de años! Sin manutención, sin sustituciones de piezas, sin interrupción de ningún tipo. La Tierra parece haber sido pensada como un jardín para un huésped especial, el hombre, llamado a "tratar de tú a tú al Creador para toda la eternidad" (Benedicto XVI). ¿Acaso sería asombroso que fuese una pieza única en el universo?

religionenlibertad.com - 25 abril 2023

 

Cuestiones de fe

Dios y la libertad (2)

Predestinación: ciencia divina y libertad

Podemos decir que Dios lo sabe todo. Si no lo supiera, no sería Dios. ¿Cómo armonizar la ciencia divina, infinita y total, hasta llegar a conocer eso que está por venir y lo que depende de la voluntad libre de los hombres? ¿Cómo hacer compatible el saber divino con la propia libertad actual del ser humano? Cabe interrogarse: “Si Dios lo sabe todo, sabe si me voy a salvar o a condenar. ¿Para qué, entonces, esforzarme en tratar de lograr la salvación?”

El misterio de la predestinación es un interrogante insoluble, aunque podemos plantearnos unos postulados:

1) Por parte de Dios se pude decir que lo sabe todo. La ciencia divina previa a los hechos es indiscutible a la luz de la naturaleza de Dios y de su infinita sabiduría. Dios sabe todo también si cada uno nos salvaremos o nos condenaremos.

2) La libertad humana es igualmente indiscutible en el mensaje cristiano. Dios nos ha creado libres y capaces de optar. La salvación propia o condenación necesariamente tiene que ser un resultado de la propia libertad.

Aunque esto no resuelve el misterio hay que decir que nuestra libertad es espacio-temporal. Elegimos en el tiempo y el espacio. Dios está por encima del espacio y el tiempo. Olvidar esto es querer entender a Dios desde nuestras pobres categorías.

 

Creer para vivir

Quizá la virtud humana más importante

El faro que ilumina el camino

La prudencia es virtud humana y la virtud cardinal quizá más importante (las virtudes cardinales son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Es el faro que ilumina el camino. Nos lleva a acertar cuando nos encontramos en una encrucijada.

Cuando nos encontramos con distintas posibilidades a seguir, la prudencia señala la mejor y, a veces, la única. Esto ocurre con mucha frecuencia en nuestra vida. Por ejemplo, en qué gasto mi tiempo, mis energías o mi dinero. Con frecuencia nos encontramos con decisiones así, pues no tenemos todo el tiempo que queremos.

La prudencia se pone particularmente a prueba cuando tenemos que decidir algo en muy poco tiempo y no se puede reflexionar largamente.

Algunas actitudes que ayudan a la prudencia:

  • las personas acostumbradas a observar la realidad
  • las que atienden a las circunstancias y las tienen en cuenta
  • las que saben comprender mejor la forma de ser de las personas
  • las que reflexionan antes de actuar
  • las que miden sus palabras y eligen las que mejor expresan aquello que quieren decir
  • las que deciden en el momento oportuno
  • las que advierten las previsibles consecuencias de sus decisiones
  • las piden consejo si lo necesitan
  • las que asumen los riesgos de su actuación
  • las que aspiran y buscan –por encima de todo– hacer el bien

En el lenguaje común se suele identificar la prudencia con actuar con lentitud, pero de hecho en no pocas ocasiones puede suponer justo lo contrario, actuar rápido. Seguiremos hablando de esta virtud.

 

Noticias

Nuevas secciones en la web

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